Solo le pido a Dios
El título de esta columna es el de una canción de León Gieco y añade: “…que la guerra no me sea indiferente/es un monstruo grande y pisa fuerte/toda la pobre inocencia de la gente”. Recupero estos versos pensando en Venezuela y en el violento desenlace que le está esperando a su gente, que nos queda tan cerca, a quienes tanto nos parecemos y que tanto queremos. Y me pregunto si somos capaces de comprender las causas de las violencias a las que se les ha sometido y si, comprendiéndolas, seremos capaces de no repetirlas estúpidamente.
¿Cuántos nos conmovemos sinceramente o conocemos siquiera las cifras de horror derivadas de los 170 conflictos armados que registra la Organización de las Naciones Unidas en el mundo de nuestros días? ¿Cuántos sabemos que esos conflictos nos colocan ya en la situación más violenta de todos los tiempos después de la Segunda Guerra Mundial? En todos está sucediendo más o menos lo mismo: un grupo........





















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