Freno a la imprudencia

Camila, una amiga que llegó recientemente de otra ciudad, me contó que llevaba más de media hora esperando a que pasara un bus de Transcaribe. Se cansó de esperar, entonces detuvo un par de taxis, pero el primer taxista le cobró exageradamente caro, el otro simplemente le dijo: “Para allá no voy”. “Mama, qué... ¿moto?”, se le acercó un mototaxista. Camila accedió, no sin antes preguntarle por el casco para parrilleros. “Uff, desde la pandemia nadie se lo quiere poner, por eso ya no cargamos con dos cascos”, le respondió. Ella llegó a su destino más rápido de lo que esperaba. “Yo iba con el Cristo en la boca, el man, después de volarse varios semáforos, se metió al carril que es exclusivo para los buses porque del........

© El Universal