Más que el banderazo de salida de un nuevo gobierno, vimos rituales de culto al jefe máximo anterior. Una ceremonia sui generis, cuya esencia no fue la fiesta de la nueva presidenta, sino hacer presente la “ausencia” del saliente.
Sigue creciendo la crítica pública por haber ofrecido a los mexicanos un acto de abierta adulación que fortalece el dogma hacia el expresidente y fundador de Morena, incluso con el manejo de “los mismos datos” con los que cada mañana se desinformó a la población desde 2018.
Para muchos mexicanos esperanzados en un rápido y firme giro de timón, casi cualquier incógnita ha quedado despejada. No hubo mayor novedad, ni se develaron directrices en temas urgentes ni del corto plazo: ninguna referencia a los 200 mil homicidios dolosos, a las casi 100 mil personas oficialmente reconocidas como desaparecidas; a los pacientes al margen de atención médica; a los desplazados por la violencia, los migrantes, al crecimiento de la delincuencia organizada y las guerras de bandas exacerbadas hoy en Culiacán, Sonora y Guanajuato, o al cáncer extendido de........