Era un hombre notable, más notable y famoso que sabio. Tal vez por ello se dejó llevar por la lujuria y la concupiscencia, y creyó que subiría a una torre para yacer junto a una hermosa mujer y luego bajaría furtivamente por una soga y una red sin ser descubierto. Sin embargo, todo fue un engaño de la disoluta mujer, que lo dejó literalmente colgado en lo alto de la torre durante todo un día para sufrir hambre, sed, además del escarnio público.
El amor falso y caviloso hace a los más sabios caer y por ello “cuando la barba de tu vecino vieres pelar, pon la tuya en remojo”; al menos eso enseña Alfonso Martínez de Toledo, el Arcipreste de Talavera, en ‘Cómo los letrados pierden........