La normalización de la violencia en México se ha arraigado de manera tan profunda en ciertas regiones del país que las dinámicas sociales, económicas y políticas se han visto reconfiguradas por las reglas, permisos e intereses del crimen organizado. Estados como Sinaloa, Michoacán, Tamaulipas, Guerrero, Morelos, Jalisco, Nayarit, Sonora, y Baja California [que retrocedió más de una década en materia de seguridad ciudadana], son ejemplos emblemáticos de cómo el narcotráfico ha permeado en la vida cotidiana, moldeando una cultura en la que el poder de las organizaciones criminales, no solo se manifiesta en la violencia extrema, sino también en la influencia que ejercen sobre las comunidades, y ahora más que nunca en la clase política, por desgracia.
En estos estados, la violencia se ha vuelto una constante. La población, consciente del poder que detentan los grupos criminales, se........