Sigue en pie la guerra. Está en todas partes, como Dios, el desprecio voraz por la vida. Y es justo que nos perdamos en los agónicos titulares de la semana, pero quizás sea bueno insistir en que el sentido de este gobierno –bueno y regular y malo– tiene que ser el fin de la inercia colombiana. Que los analistas se confundan. Que los papas de los gremios se exasperen. Que los herederos compartan las juntas. Que los liderazgos del país se parezcan más al país. Que los legisladores lean la letra menuda. Que los jueces cuiden la democracia. Y que el Gobierno mismo se sacuda el sectarismo, el machismo, el desprecio por todas las luchas ajenas, la corrupción que denunció hasta llegar al poder y la resignación a que 40 firmantes de paz y 157 líderes sociales hayan sido asesinados en este año de esta tierra.
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Que es, si uno lo piensa, la resignación a que Colombia siga siendo cogobernada por una maraña de grupos armados.
Cómo acabar con esta rendición.........