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Es el punto de quiebre. La escena del drama en la que, desalentado por el tamaño de la arbitrariedad, uno se dice “no cuenten conmigo”. A punta de trinos ponzoñosos, el presidente Petro, perito en generalizaciones letales, ha logrado que sus devotos odien a esa Fundación para la Libertad de Prensa –la vital FLIP– que cuestiona sus embestidas a los periodistas que cuestionan a sus funcionarios: “La FLIP no me representa”, repiten los fieles, pues asumen como dogma que los medios conspiran contra el gobierno, y dan por hecho que criticar es defender privilegios, y, en vez de releer las denuncias, prefieren creer que al líder sólo le queda ejercer “el derecho humano” de encarar calumnias: “Ha sido respetuoso”, dicen. Y el fin, que ya no suena a la democracia, sino al poder, justifica la aniquilación. Y entonces no cuenten conmigo.

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