Estábamos equivocados. Durante meses creímos que el presidente Petro se debatía entre la opción de radicalizar el Gobierno o de gobernar apoyado en un gran acuerdo nacional. Estábamos convencidos de que, cuando en sus discursos invocaba la necesidad de un acuerdo político, hablaba en serio. Pero el tiempo nos enseñó a que una cosa es lo que Petro dice, y otra, la que hace. Mientras en sus discursos llama al acuerdo, y demanda el diálogo y la deliberación, en los hechos cierra cualquier posibilidad de acuerdo, señala y excluye a los que considera sus enemigos. La disonancia entre una y otra cosa hacía pensar que el Presidente estaba ante el dilema de la confrontación o el consenso.
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Pero qué equívoco. Lejos de cualquier dilema, el Presidente se había jugado por la radicalización. Desde el mismo día que ganó las elecciones cuando, al cierre de su discurso, dijo “me llamo Gustavo Francisco Petro Urrego, y soy su presidente”, no lo hizo para asumir el timón del cambio. Lo hizo para pasar la cuenta de........