Ya casi no recuerdo el sonido de sus voces

En el primer intento no pudimos conversar, nos separaban ocho horas y esa noche estaba particularmente cansado después de su diálisis. Al amanecer del día siguiente había mucho silencio, pero entró un audio que anunciaba que era un buen momento para llamarle.

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“La procesión va por dentro”, me susurraba muy discreta mi madre siempre cuando le elogiaban su serenidad estoica después de haber enterrado a su hija menor, a su hijo mayor y a su hija mayor. Tres hijos, casi cuatro, en duelos sin nombre. El señor Itzik Horn me hizo pensar en ella en esos momentos cuando le hice la difícil pregunta: ¿cómo esta? Y escuché al otro lado, “Bien, mi padre decía que decir bien y seguir adelante”. En la profundidad de la conversación el tono dejaría de ser ese, que es aquel que se disfraza en las respuestas sociales y automáticas.

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El señor Horn viajó de Argentina, libre, al igual que sus hijos pero........

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