Abrimos Waze todos los días, aunque conozcamos la ruta de memoria. No porque dudemos del camino, sino porque ya desconfiamos de nosotros mismos. Hemos delegado incluso la orientación, ese instinto básico de moverse en el mundo, a una voz sintética que dicta cada giro como si guiara también nuestra voluntad (Le puede interesar: Mirar a los ojos a la fiesta | Columna Z).Nuestra época ha convertido la decisión en un acto casi imposible, porque somos tan perezosos que dejamos que la tecnología haga todo por nosotros y no lo estamos cambiando. Elegir ya no significa discernir, sino seguir como ovejas a un falso pastor.........