La apuesta vasca de subirse a la industria bélica europea ante el gripaje industrial |
El pasado 4 de marzo, en Bruselas, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se presentaba en rueda de prensa. El diagnóstico sobre el escenario descrito era contundente: Europa, tras décadas sumida en un cierto infantilismo y ensimismamiento, había cometido el error de olvidar que el mundo es un lugar peligroso, plagado de enemigos al acecho. Lo demostraba la agresión del neozar ruso contra la joven democracia ucraniana. En línea con la célebre metáfora de Borrell, el viejo continente había estado demasiado ocupado “gastando en mantequilla en lugar de en cañones”. Para anunciar el pantagruélico aumento del gasto en defensa que marcará el giro militarista en la política europea durante los próximos años, Von der Leyen declaró: “Estamos en una era de rearme”.
Así se presentó el programa ReArm Europe, dotado con 800.000 millones de euros. Para poner la cifra en perspectiva: el Estado español cuenta con unos Presupuestos Generales del Estado de 583.543 millones aprobados por última vez en 2023. De momento no está claro cuál será la vía de financiación de este enorme gasto —ya sea a través de la emisión de eurobonos o mediante un nuevo periodo de austeridad— el camino de las elites parece estar marcado.
Como señala el grupo grupo antimilitarista Gasteizkoak en su libro Conversión de la industria militar en Euskal Herria (2024), la implementación de los Rearm Europe es la culminación de la línea de cooperación que el lobby militar europeo ha establecido con el Comisionado de la Unión Europea desde al menos 2017. Esta cooperación se ha acelerado desde el estallido de la guerra en Ucrania en 2022, con la creación del Fondo Europeo de Defensa (FED), dotado de 7.900 millones de euros y que abre a la industria militar las puertas de acceso a fondos civiles, como, por ejemplo, el programa medioambiental europeo o los fondos Erasmus , lo que representa un salto enorme en la aceptación de la economía de guerra en las políticas europeas.
Previo al Rearm Europe, también podemos mencionar la aprobación de la Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) en marzo de 2024, anunciada por Borrell y Thierry Breton, por aquel entonces todavía Comisario europeo del Mercado Interior y cuya mejor sorpresa fue el acceso de la industria bélica a los créditos del Banco Europeo de Inversiones (BEI), presidido por Nadia Calviño. Para poner esto en perspectiva, cabría mencionar que en un año el BEI ha triplicado su financiación a bancos para invertir en industrias bélicas, con préstamos de hasta 500 millones de euros para el Deutsche Bank.
La magnitud de esta inyección de fondos a la industria militar y al comercio de armas, anunciada cada vez con menos necesidad de pudor, no dista demasiado de los 750.000 millones que Europa anunció en 2020 a través del programa Next Generation.
En aquella ocasión, el objetivo era impulsar medidas de estabilización frente al terremoto provocado por la pandemia —con el rápido deterioro de la competitividad de la eurozona frente a sus homólogos sinoestadounidenses como telón de fondo—, canalizando la inversión hacia algunos de los escasos nichos donde aún se espera encontrar rentabilidad en las próximas décadas: el capitalismo digital y el capitalismo verde. En la misma línea se situaría el discurso pronunciado por