Ya no es necesario decir que estamos atravesando por un periodo de sequía, por eso lo sentimos todos, en gran parte del país.

No porque se repita muchas veces el asunto es menos importante ni nadie se puede mostrar “cansado” de escuchar siempre las mismas quejas. El problema del agua es seguramente el más importante que enfrenta Bolivia hoy y el que más va a enfrentar al mundo en los próximos años, según los expertos de las Naciones Unidas.

Bolivia es uno de los países más vulnerables al calentamiento global: el incremento de las temperaturas está destruyendo las nieves perpetuas, cambiando el ciclo hídrico y secando los acuíferos. Las lluvias torrenciales provocan desastres y, sobre todo, da la falsa sensación de que ha llovido lo suficiente. Las temperaturas extremas provocan incendios, machacan cultivos, alteran ecosistemas y un largo etcétera de consecuencias que suceden despacio, pero que, vistas en un periodo de tiempo suficiente, se evidencian los cambios… siempre para mal.

Los datos son abrumadores, los que hablan del calor, los que hablan de la falta de lluvia… la sequía persistente desde 2018 por el fenómeno “El Niño” se está prolongando más de lo previsto. No llueve y eso tiene consecuencias cada vez más tangibles.

En el sur del país, la situación es desastrosa, comenzando por la región más afectada, Potosí, donde la falta de aguas en las viviendas de los habitantes de la Villa Imperial es la queja permanente. En Chuquisaca, la Dirección de Riesgos de la Gobernación ha reportado que 14 municipios han sido declarados como zona de desastre, debido a la escasez de agua, y se estima que los afectados son por lo menos 200.000,

Tarija, la capital de Departamento, se ha convertido en una ciudad tropical donde el dengue ya corre libre con mosquitos autóctonos y el Pilcomayo está dando todas las muestras de agotamiento posibles, con la posibilidad de que los sedimentos acaben cubriendo uno de los ríos que más ha contribuido a formar el continente sudamericano.

Los datos mostrados por el Sistema de Alerta Temprana del Pilcomayo son más que elocuentes: a mediados de septiembre estamos llegando al nivel histórico mínimo del caudal del río Pilcomayo que se alcanzó en noviembre de 2022 poco antes de que empezaran las lluvias en la zona alta. Nadie sabe cuándo puede empezar a llover en este 2023 pero ninguna de las previsiones es favorable a que lo vaya a hacer pronto, por lo que el asunto se puede poner más que grave.

El asunto trasciende las competencias municipales y departamentales y no solo porque la cuenca forme parte de varios de ellos. Bolivia necesita abordar un diálogo amplio para establecer un Plan Hidrológico Nacional que aborde la sostenibilidad de las cuencas, las obras necesarias que ayuden a optimizar el agua y el uso racional de las mismas, pero a largo plazo es necesario un cambio de mentalidad que ponga por delante los intereses de la Madre Tierra.

La lucha es global, pues sin un acuerdo coordinado por todos los países difícilmente se logrará políticas que cuiden el planeta, pero todo hace indicar que las políticas emanadas por años de Cumbres de las Partes (COP) que alumbraron el acuerdo de París entre otros compromisos no están apuntando al sentido adecuado: El sur no necesita tanto cambiar su parque automotor a eléctrico como que el norte deje de consumir irracionalmente y de forma descaradamente peligrosa para el planeta, pero eso no parece estar en discusión.

Todos debemos ser responsables con el planeta, pero, sin duda, unos deben hacer muchos más sacrificios que otros para que algo cambie.

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Reporte de la sequía

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17.09.2023

Ya no es necesario decir que estamos atravesando por un periodo de sequía, por eso lo sentimos todos, en gran parte del país.

No porque se repita muchas veces el asunto es menos importante ni nadie se puede mostrar “cansado” de escuchar siempre las mismas quejas. El problema del agua es seguramente el más importante que enfrenta Bolivia hoy y el que más va a enfrentar al mundo en los próximos años, según los expertos de las Naciones Unidas.

Bolivia es uno de los países más vulnerables al calentamiento global: el incremento de las temperaturas está destruyendo las nieves perpetuas, cambiando el ciclo hídrico y secando los acuíferos. Las lluvias torrenciales provocan desastres y, sobre todo, da la falsa sensación de que ha llovido lo suficiente. Las temperaturas extremas provocan incendios, machacan cultivos, alteran ecosistemas y un largo etcétera de consecuencias que suceden........

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