Tobogán de emociones contrarias en esta montaña rusa uniformemente acelerada en que se ha convertido la política española en lo que llevamos de 2024. Unas emociones neutralizan a las anteriores y de inmediato se preparan para la irrupción de las siguientes; unos hechos expulsan a los que les han precedido y se preparan para que otros hechos, más pronto que tarde, hagan lo mismo con ellos.
En las primeras siete semanas de 2024 la amnistía a Carles Puigdemont lo impregnaba todo: los periódicos, los discursos, las tertulias, las indignaciones. Luego vino el caso Koldo, que inicialmente podía dar un respiro a Pedro Sánchez porque, al contrario que el de la amnistía, se trataba de un escándalo cuyo alcance y daños colaterales sí era perfectamente posible acotar desde el Gobierno; todo se complicó, sin embargo, cuando Sánchez decidió matar a su exministro José Luis Ábalos, que quedaba así irremediablemente señalado como culpable: lo que no sabemos todavía es si Ferraz le exigió que entregara su placa y su pistola porque tenía informes de Asuntos Internos que confirmaban su complicidad en la trama de corrupción o si lo hizo simplemente porque había que cavar con toda urgencia un cortafuegos preventivo que aislara a Ábalos y demostrara al mundo que, al contrario que el PP de Feijóo, el PSOE de Sánchez era descarnadamente implacable con la corrupción.
Koldo estaba desplazando a la amnistía, sí, pero las investigaciones policiales sugerían que sus maniobras millonarias de intermediación en la compra de mascarillas por distintas administraciones eran un material altamente inflamable que, en todo caso, la........