Las elecciones continentales siempre son elecciones locales. Dentro de siete días estamos, pues, llamados a las urnas para decidir no qué Europa queremos sino qué premio y qué castigo merecen Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal o Yolanda Díaz. En principio, el 9-J operará como una encuesta infalible de las simpatías políticas y del estado de ánimo de los ciudadanos… que acudan a votar. Nada de lo que ocurra el domingo será irreparable, pero nada, tampoco, será irrelevante.
¿Qué ocurrirá ese día? Por lo que sabemos, en política incumplir compromisos importantes apenas se castiga si tal incumplimiento mejora las cosas; el escarmiento electoral solo se produce si la consecuencia de incumplir la palabra dada es un empeoramiento de las cosas. En política, la utilidad siempre ha vencido a la moralidad por goleada. Pedro Sánchez y los suyos incumplieron su compromiso contra la amnistía a los independentistas catalanes, pero no habrá castigo para ellos si las cosas de España mejoran: así lo hicieron en Cataluña el 12-M con la derrota electoral del soberanismo, aunque no está nada claro que en un futuro inmediato vayan a seguir evolucionando en el mismo sentido. Las cosas pueden, en efecto, empeorar.
Tras la luz verde del Congreso esta semana, el tren de la Ley de Amnistía arrancada por Carles Puigdemont a Pedro Sánchez a cambio de sus siete votos deja atrás las áridas estepas de la política para internarse en los comprometidos desfiladeros de la justicia, en cuyas crestas permanecen apostados jueces y fiscales decididos a impedir toda costa que ese convoy con 400 pasajeros........