El alto el fuego en el Líbano da esperanzas a un sistema político bloqueado desde hace más de dos años

Conflicto en Oriente Próximo

Dos chicas ondean banderas de Hizbulá y otra persona muestra una foto de Hasán Nasrala en una calle de Beirut, celebrando el alto el fuego. / WAEL HAMZEH / EFE

Andrea López-Tomàs

Periodista y politóloga. Corresponsal en Oriente Próximo desde Beirut.

El flujo de dolientes no se detiene. Nadie viene solo. Algunos acuden con familiares, mayores y pequeños. Otros, con amigos. Sólo el ruido de una excavadora retirando la tierra mojada y restos de escombros interrumpe el silencio sepulcral que domina la escena. La mayoría reprimen las lágrimas. Ya las vertieron lejos de aquí. Pero hay una mujer que, entregada al sollozo, escenifica el dolor de toda una comunidad. Ante todos ellos, se abre un profundo cráter. En su fondo, estuvo su líder, Hasán Nasrala, el que había sido como un padre para ellos durante décadas como secretario general de Hizbulá. Justo dos meses después de su asesinato por parte de Israel, el pueblo libanés respiró aligerado con la llegada del alto el fuego. Los cientos de miles de chiíes que llevan semanas llorando a Nasrala continúan su duelo huérfanos.

Dos velas con un 6 y un 5 enterradas en la arena celebran desvalidas los años que no cumplirá el clérigo el próximo agosto. Un policía custodia el acceso al vacío donde Israel hizo historia. Después de 32 años al frente de Hizbulá, el Ejército hebreo consiguió el pasado 27 de septiembre asesinar a Nasrala mientras se encontraba reunido en un búnker siete u ocho pisos por debajo de la tierra. Junto a él, también marchó gran parte de la cúpula de la milicia-partido. "Lo que ha ocurrido........

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