La coyuntura política y económica se encuentra nublada por una feroz disputa de interpretaciones y narrativas sobre la curiosa, asustadora y rápida toma militar de la plaza Murillo por un general revivido de los años 70.
Pero, a pesar de lo jugoso, intrigante, grotesco e inclusive hilarante de los hechos del 26 de diciembre, no pueden ocultar, para siempre ni siquiera postergar por meses, la necesidad de reconocer y afrontar la crisis económica en curso. Para la cual, por supuesto, hay salidas técnico-económicas, hay caminos macroeconómicos por recorrer y políticas públicas por construir. No es, la primera vez, que el modelo primario exportador rentista y comerciante se agota. En la vitrina de la historia está la caída de la plata, el estaño y ahora, el gas natural. El guion se repite una y otra vez. Crisis de balanza de pagos que se traduce en hecatombe fiscal, que después provoca devaluación (implícita o explicita) e inflación.
En suma, fórmulas y opciones económicas para salir de la crisis existen, pero estamos frente a un desafío de inteligencia colectiva e ingeniería política que no tiene actores acordes con el momento. En este teatro de los horrores y los errores, la mayoría de la clama por soluciones y un horizonte de certidumbres.
Aquí me permitiré esbozar salidas económicas (por temas de espacio no hablaré de los desafíos institucionales y sociales) que tienen que ver con el corto plazo y otras, más complejas de implementar, que tienen que ver con la reinvención de la esperanza en democracia y libertad. Comencemos por esta última.
El país necesita enamorarse de una visión/misión de desarrollo que nuevamente nos permita construir un “nosotros”. Algo por lo cual nos levantemos todos........