Parte de la explicación del auge del crimen organizado regional deriva precisamente de la situación venezolana (la masiva migración) y esto podría agravarse si las cosas se deterioran aún más y se genera una segunda gran ola migratoria. Sus efectos podrían ser desestabilizadores.
En momentos en que el mundo atraviesa sostenidas turbulencias y altas dosis de incertidumbre, desde la transición hacia un nuevo sistema internacional, pasando por el cambio climático, la crisis de la gobernanza democrática, el crimen organizado, las guerras, las pandemias y las migraciones –por mencionar lo más obvio–, América Latina sigue sin encontrar su rumbo, lugar o rol en este dinámico contexto.
Mientras se está produciendo un inexorable alineamiento en función de nuevas reglas del juego y de las pretensiones hegemónicas de los más poderosos, nuestra región sigue en la indefinición y, por lo tanto, en el inmovilismo.
En el ámbito económico estamos asistiendo a un cambio profundo en las reglas y flujos del comercio y de las inversiones. El proteccionismo estratégico está convirtiéndose en el nuevo estándar y su campo de batalla está en la tecnología. Por eso los países más desarrollados están impulsando una reindustrialización en sectores clave, como los semiconductores y todo lo relacionado con las energías renovables y la electromovilidad.
A eso se suma un control creciente de las inversiones extranjeras –veda a los capitales externos en ciertos sectores y severas limitaciones en otros–, amén de alzas arancelarias, cuotas y otras medidas. El sistema comercial internacional, ese al que aspiraba la Organización Mundial de Comercio y, por lo tanto, las principales potencias hace algunos lustros, está conceptualmente muerto, aun cuando tarde un poco en desarticularse.
La tabla de salvación o de........