Los políticos a menudo critican las encuestas, acusadas de influenciar el debate y que son solo “fotografías del momento”, pero cuando son favorables a unos u otros, se impone el silencio o la abierta celebración.
Hay más de una manera de conocer las preferencias de la gente en sus consumos, opiniones y, por supuesto, en sus opciones políticas. Algunas son al “ojímetro”, escuchando conversaciones de familia, clubes, de bar o del infaltable taxista (o Uber) parlanchín. En esto funciona el olfato o la intuición (rara cualidad), que para algunos es material suficiente para sustentar –y defender– sus diagnósticos personales. Otra forma es nutrirse de las noticias de las pantallas, grandes y pequeñas, que inundan nuestras vidas. Provienen de los medios periodísticos o de los grupos de las redes sociales que bombardean a través de los celulares (según el INE, existen más de 33 millones operando en el Chile actual). Esta última vía tiene una relevante falla: son canales casi (subrayo el casi) siempre interesados en inclinar la balanza a favor de sus particulares puntos de vista. ¿O no?
No obstante estas limitaciones, hay un método que personalmente prefiero: las encuestas. Es lo que más se aproxima al enfoque científico de la manera de conocer qué opina o desea la gente. Para ello se recurre esencialmente a la sociología y a la estadística, ambas respetables disciplinas del saber........