Nuestro problema con China
Se están acumulando nubes sobre las relaciones entre países. Chile, una de las naciones más abiertas del mundo –y que ha sabido aprovechar esta apertura– no puede escapar a una reflexión fundamental sobre su modo de integración al comercio internacional.
China se encuentra en un estado crónico de sobreproducción, en acero, automóviles, electrónica, etc., con muchas de sus empresas masivamente subvencionadas. China prefiere desarrollar la inversión y las exportaciones que el nivel de consumo de sus habitantes, que ya se muestran reacios a consumir, debido a la gravísima crisis inmobiliaria que azota al país. China ejerce un control estricto sobre su moneda, el yuan, que ha empezado a depreciarse de nuevo, lo que hace que sus productos sean más competitivos. En resumen, China sigue una política deliberada de exportación de sus excedentes (y de su desempleo) al extranjero para mantener su crecimiento.
En represalia, Estados Unidos y Europa están elevando sustancialmente los aranceles sobre ciertos productos chinos, lo que abre una nueva –y preocupante– fase de rivalidad estratégica entre los bloques y corre el riesgo de desmantelar los avances logrados con la apertura del comercio mundial.
No se trata de echar toda la culpa a China, ni de negar su excepcional inventiva industrial durante las tres últimas décadas. Pero la consecuencia está ahí: ante estas nuevas barreras, China está reorientando sus exportaciones hacia países emergentes o de renta media, como Chile. Por ejemplo, los superávits chinos con los países asiáticos de la ASEAN se han duplicado en los últimos cuatro años, llegando al 6% del PIB de la zona, lo que está afectando a sus propias industrias. Y estos países no tienen el........
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