¿Cómo afecta a nuestra salud mental el cambio de presidente?

Una democracia relativamente saludable presupone sujetos capaces de estar solos sin derrumbarse, de tolerar la frustración sin buscar salvadores omnipotentes y de aceptar la diferencia sin vivirla como una agresión personal.

El cambio presidencial en Chile –en un escenario intensamente polarizado y vivido por amplios sectores como un dilema entre proyectos experimentados como irreconciliables– puede operar como un amplificador del malestar psíquico, tanto a nivel individual como colectivo. El acto eleccionario reactiva tensiones estructurales del psiquismo humano: un conflicto originario y persistente entre lo bueno y lo malo, entre frustración y satisfacción, entre la realización del deseo y su inevitable limitación. La elección, en este sentido, no crea el conflicto; lo pone en escena, lo dramatiza, lo vuelve visible y emocionalmente intenso.

En tiempos de incertidumbre social, económica e institucional, la ciudadanía tiende a identificarse de manera masiva con líderes, candidaturas o proyectos políticos, depositando en ellos expectativas de reparación, protección, seguridad y restauración narcisista.

Esta identificación rara vez se reduce a la adhesión racional a un programa o a un conjunto de propuestas técnicas: se trata, más bien, de una apuesta afectiva profunda, donde se proyectan anhelos diversos –justicia, orden, seguridad, reconocimiento, prosperidad, acceso a la salud, a la educación, a una vida vivible– que, aun siendo plenamente legítimos, se inscriben en el registro del deseo y de su promesa de realización.

Cuando el candidato o proyecto con el que el sujeto se ha identificado resulta derrotado, la amenaza a esa realización se vuelve evidente: emerge la experiencia de frustración, de........

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