Del laboratorio a la finca: la innovación que sigue sin encontrar el camino

En Colombia nos encanta hablar de ciencia en los foros, pero nos cuesta ver los resultados en la tierra. Las cifras son incómodas y bien conocidas: invertimos menos del 0,6 % del PIB en investigación y desarrollo, y lo que finalmente gotea hacia el sector agropecuario es una fracción marginal. En el Caribe rural, este dato no es una estadística para debatir en seminarios; es la realidad de un productor que siembra a ciegas, cruzando los dedos para que el clima, una plaga o una enfermedad no le cobren la falta de respaldo técnico.

Esta es la tercera entrega de una serie que busca sacudir un diagnóstico que ya se siente agotado. La propuesta es clara y, al mismo tiempo, incómoda: necesitamos una transformación que el campo conoce de nombre, pero no de experiencia. Hay que sacar la innovación de los escritorios y llevarla directamente a la finca. No como un "piloto" que muere cuando se acaba el contrato de turno, ni como una vitrina para informes de cierre, sino como una política de Estado que se pueda verificar en la cosecha. El problema es viejo, pero la urgencia de hoy ya no admite más excusas. El talento está ahí. Universidades, centros de investigación y profesionales formados no faltan. El quiebre ocurre........

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