Importantes cambios experimenta el panorama político. El país se encuentra recalibrando sus adhesiones luego del enfervorizado período que comenzó con los sucesos del 18 de octubre de 2019. Al inicio de aquél, la clase política se encontraba profundamente desprestigiada. Ello permitió el fugaz fulgor de los “independientes”, quienes obtuvieron importantes votaciones en sus listas, erróneamente validadas para la elección de convencionales. Sin embargo, al corto andar, los elegidos para la Convención revelaron que dicha independencia solo consistía en no militar en partidos, pues sus compromisos ideológicos eran profundos y sus prácticas replicaban algunos de los peores vicios de la política tradicional. La rápida disolución de la “Lista del Pueblo” lo ilustró con elocuencia.
El desprestigio de la política se generó, en parte, por las actuaciones de algunos parlamentarios, quienes muchas veces parecieron más preocupados de preservar sus posiciones que de hacerse cargo de los problemas del país, sustentados además en partidos sumidos en una lucha por el poder que poco interpelaba a la ciudadanía. Por eso, esta se fue distanciando de una política a la que percibía crecientemente vaciada de vocación de servicio público, ensimismada en sus propios quehaceres e intereses. Y si bien esa descripción dista de ser completa e ignora el hecho de que los logros de los últimos 30 años fueron en parte obra de esa misma clase política denigrada, lo concreto es que, por una suma de razones, se fue instalando en la opinión pública un profundo cuestionamiento.
En ese escenario y con el fracasado experimento de la Convención como telón de fondo, se ha estado produciendo un paulatino reacomodo en las adhesiones. El afán refundacional de aquella y la embriaguez voluntarista con que realizó su trabajo fueron un tremendo golpe de realismo para el país, hasta ese momento confundido por los estertores del 18 de octubre. Luego del categórico rechazo a su propuesta, llama la atención el modo en que han emergido en las encuestas los liderazgos de distintos alcaldes, como Evelyn Matthei (Providencia), Rodolfo Carter (La Florida) y Germán Codina (Puente Alto). Aunque portadores de distintas historias políticas, las características del trabajo comunal les han permitido desarrollar una especial y más transversal cercanía con los ciudadanos, identificados con sus obras antes que con sus ideas. Eso mismo les otorga mayor independencia para posicionarse en el debate público, marcando a veces notoria distancia con sus respectivos partidos o bloques. El fenómeno no es nuevo —el caso de Joaquín Lavín es emblemático al respecto—, pero hoy se hace más notorio en un panorama de generalizada crisis de liderazgos. El que se trate principalmente de figuras de oposición no resulta por otra parte extraño, dada la escasa adhesión que hoy concita el Gobierno y el consiguiente desgaste de la izquierda.
Presumiblemente, la labor alcaldicia —que por su naturaleza tiende a alejarse de las definiciones doctrinarias, y que, en cambio, luce cuando sus logros impactan positivamente la vida rutinaria de la población— permite destacar la capacidad de gestión, especialmente cuando ella es comunicada con empatía. Contrasta así con las discusiones más abstractas de los parlamentarios o los dirigentes tradicionales. Ello entraña otros riesgos, como una más fácil deriva hacia prácticas clientelistas y populismos. Tampoco deben obviarse los problemas que arrastra nuestra institucionalidad municipal en materia de transparencia y de fiscalización, y que han hecho de distintos gobiernos comunales campo propicio para las irregularidades y la corrupción. Con todo, aquellos liderazgos alcaldicios que sepan eludir la tentación populista y desarrollar gestiones probas y eficaces en sus respectivas comunas pueden no solo proyectarse a nivel nacional, sino, además, devolverle a la política el realce que nunca debió perder.
Importantes cambios experimenta el panorama político. El país se encuentra recalibrando sus adhesiones luego del enfervorizado período que comenzó con los sucesos del 18 de octubre de 2019. Al inicio de aquél, la clase política se encontraba profundamente desprestigiada. Ello permitió el fugaz fulgor de los “independientes”, quienes obtuvieron importantes votaciones en sus listas, erróneamente validadas para la elección de convencionales. Sin embargo, al corto andar, los elegidos para la Convención revelaron que dicha independencia solo consistía en no militar en partidos, pues sus compromisos ideológicos eran profundos y sus prácticas replicaban algunos de los peores vicios de la política tradicional. La rápida disolución de la “Lista del Pueblo” lo ilustró con elocuencia.
El desprestigio de la política se generó, en parte, por las actuaciones de algunos parlamentarios, quienes muchas veces parecieron más preocupados de preservar sus posiciones que de........