La última encuesta del Centro de Estudios Públicos mostró que en la actualidad solo una de cada dos personas concuerda con la afirmación churchilliana de que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Esto contrasta fuertemente con el 64% de apoyo que tenía dos meses después del estallido social del 2019.

¿Significa eso que la opinión pública podría inclinarse por un gobierno militar o una solución derechamente autoritaria? ¿Una revalorización de la dictadura? En esta columna argumentamos que no. Lo que sugiere la evidencia cuantitativa es que existiría una parte de la población disponible para lo que se conoce como “populismo autoritario”.

Si bien no se observa en nuestro país un partido o líder que encarne el populismo autoritario con nitidez, estarían emergiendo en la ciudadanía actitudes favorables a algo menos que un autoritarismo, pero que tampoco se enmarca en lo que entendemos por democracia representativa. Es decir, mirar con simpatía posiciones de actores políticos que adopten una retórica populista, ataquen o cuestionen las instituciones democráticas y pongan en duda el valor del pluralismo.

¿Qué impulsa a las personas a abrazar el populismo autoritario? La Encuesta del Núcleo Milenio Mepop, del que formamos parte, ofrece algunas respuestas. En una encuesta de panel realizada en 2022 se preguntó a la muestra sobre qué tan bueno creen que sería “Tener un líder fuerte que no le preocupen el Congreso ni las elecciones”. Junto a los determinantes tradicionales de posturas más autoritarias (distinto al populismo autoritario) como nivel educacional, se añaden otros que configuran un fenómeno actitudinal con perfil propio.

Los datos muestran que el populismo autoritario es más fuerte entre quienes creen que la seguridad y la inmigración son hoy el problema más importante del país. También se muestran más favorables al populismo autoritario quienes tienen menos confianza institucional, aquellos que perciben que su voz no es escuchada, y que los políticos son solo un gasto innecesario. Finalmente, aquellos que no se ubican en la escala izquierda-derecha también parecen más predispuestos para una movilización populista autoritaria.

La incapacidad del sistema político para resolver asuntos de alta prominencia, como la delincuencia, se constituye en un elemento acelerante para la emergencia de un populismo autoritario. El caso de Bukele en El Salvador es ilustrativo. Lamentablemente, una parte de nuestras élites parece preocupada solo de las demandas de sus adherentes más fervientes. Algunos fueron seducidos con la retórica y el discurso de otro populismo: construir equivalencias en la sociedad a punta de antagonismos y conflicto.

Respecto de la democracia representativa, en ciertos agentes políticos predomina un discurso ambivalente, y cierto desprecio por su valor procedimental. Paradojalmente, en su intento por “radicalizar la democracia”, podrían terminar alejando a los ciudadanos de la poliarquía.

En general, lo que subyace al populismo autoritario en Chile no es sustancialmente diferente a lo identificado en democracias avanzadas. En Reino Unido, por ejemplo, el conjunto de actitudes populistas autoritarias incluye la oposición a la inmigración, el cinismo respecto de los derechos humanos, rechazo a la Unión Europea, entre otros (Bartle et al., 2019).

Hasta ahora, no existe en Chile una expresión institucional consolidada para el populismo autoritario, con un partido o líder que lo encarne. Eso no nos inmuniza frente a este fenómeno, pues existirían indicios en la opinión pública de un segmento no despreciable de chilenos disponibles para un liderazgo que se sirva de las instituciones democráticas para luego debilitarlas y concentrar poder. No fue para eso que una generación de compatriotas luchó por recuperar la democracia representativa.

Hacer frente a estas tendencias debería convertirse en una prioridad de los dirigentes políticos.

Andrés Dockendorff
Miguel Ángel López
Marcel Aubry
Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile
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¿Populismo autoritario en Chile?

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16.01.2023

La última encuesta del Centro de Estudios Públicos mostró que en la actualidad solo una de cada dos personas concuerda con la afirmación churchilliana de que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Esto contrasta fuertemente con el 64% de apoyo que tenía dos meses después del estallido social del 2019.

¿Significa eso que la opinión pública podría inclinarse por un gobierno militar o una solución derechamente autoritaria? ¿Una revalorización de la dictadura? En esta columna argumentamos que no. Lo que sugiere la evidencia cuantitativa es que existiría una parte de la población disponible para lo que se conoce como “populismo autoritario”.

Si bien no se observa en nuestro país un partido o líder que encarne el populismo autoritario con nitidez, estarían emergiendo en la ciudadanía actitudes favorables a algo menos que un autoritarismo, pero que tampoco se enmarca en lo que entendemos por democracia representativa. Es decir, mirar con simpatía posiciones de actores........

© El Mercurio


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