Nuevo contexto, nuevos desafíos |
Intensas críticas se hicieron audibles estas últimas semanas acerca de la presunta falta de programa (o lineamientos básicos) en materias internacionales en que habría incurrido el presidente electo. Pulsiones quejumbrosas nada infrecuentes. Casi por norma, en momentos de tensión previo a grandes decisiones, abundan las dudas, disgustos y ataques con dosis no menores de histeria. Y la tensión está dada por la dificultad que conlleva adaptarse a ser oposición. Ya lo advertía G. Andreotti, aquel cazurro premier italiano. Es un período que desgasta mucho.
Sin embargo, todo respondió a una conducta de prudencia. El país está inmerso en cambios regionales y globales profundos e ineludibles, que se acrecentarán en los años venideros, por el nuevo ciclo que se observa en el mundo entero. Adelantar posturas prematuramente suele descarrilar el debate público. Suele conducir a laberintos bizantinos.
Yendo al fondo del problema planteado, la naturaleza de los cambios tiene dos raíces. Una, en la región misma y, otra, en el contexto global.
La primera es una que está desbrozando un cambio de base. Es el declive acelerado del eje bolivariano.
Ya no están los Evos, los Correas, los K, los Pedro Castillos ni los Unasures. Se está despejando el panorama y poco queda de esa constelación de líderes y de organismos que entendían la convivencia regional en términos esencialmente adversariales. A mayor ruido en contra del “neoliberalismo”, más fuerte se veía el avance hacia un conjunto soñado; aquel de las arcadias progresistas. A mayor estruendo y disenso, más fragmentación con el pasado y las tradiciones.
En general, el panorama hacia el 2026 es bueno, sin perder de vista que la sobrevivencia de dos experimentos “progresistas” con clara propensión a querer terminar sus días como Numancia, y pese a su paupérrima situación económica, seguirán dando dolores de cabeza. Sin........