Discúlpenme que insista, es por el país…
La campaña apenas comienza y ya se siente el veneno en el ambiente. Basta asomarse a cualquier red social para ver que la política se volvió un espectáculo grotesco, una pelea de barrio sin argumento. Y lo más grave es que en medio de ese ruido estamos empujando a una generación completa a rechazarlo todo: el sistema, las reglas, las instituciones, incluso la idea misma de la democracia. El mensaje que le están enviando al país es que en Colombia ya no importa lo que piense la gente, sino con quién te unes para seguir viviendo de la política.
En ese escenario, los extremos se sienten dueños del tablero. Unos ofrecen mano dura envuelta en populismo punitivo; otros prometen redención total mientras juegan con la rabia y la frustración de la gente. Pero los dos extremos se retroalimentan, porque se necesitan para existir, y en medio de ese pulso mezquino van dinamitando cualquier posibilidad de centro, de sensatez, de diálogo mínimo.
Por este contexto, es que a veces tengo la certeza de que Colombia está perdiendo algo esencial, algo que no se recupera cuando se........





















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