Insistir en desconocer la verdad, pretender torcer el curso de los sentimientos de una inmensa mayoría de ciudadanos que proclaman su determinación de votar a favor de un cambio profundo en Venezuela, eso, en sí, representa un acto incorrecto y amoral equivalente a un fraude que atenta contra la esperanza colectiva y las ilusiones bien fundadas de un pueblo hastiado de ilegalidades, de arbitrariedades, que no se resigna a ser víctimas de la imparcialidad de entes y funcionarios que, con turbadora frialdad, se prestan para cometer engaños, para timar la fe de la gente y para estafar sus legítimas intenciones mediante trapacerías y embelecos.
En medio de un escenario plagado de los más inopinados desafíos, millones de venezolanos asumen el reto de encabezar una autentica gesta patriótica que haga posible superar todas esas barricadas; que van desde la galopante corrupción política, administrativa, policial y judicial, mecanismos plegados al ventajismo comunicacional, la persecución, los sobornos y el ardid de mentir sin límites, por parte de los artífices de un régimen, que no se detiene ante nada, con tal de lograr sus fines inconfesables.
Cuando se haga un análisis de todos los sufrimientos que ha escarmentado el pueblo venezolano, merecerá un capítulo especial, el referido a su disposición de participar en elecciones que, no son ni libres ni absolutamente transparentes, pero sin embargo vemos a la ciudadanía y a sus lideres, en vez de retraerse, abstenerse o desgañitarse, “denunciando la trampa a la vista”, se disponen a luchar, a dar la pelea en ese pantanoso terreno, organizándose, preparándose de forma integral para saber y poder desmontar todo ese arsenal de trucos o confabulaciones. La acumulación de artificios puestos en marcha por esa falsa “revolución” en las elecciones en las que se midieron Capriles y Maduro el 2014, y el........