El proceso electoral accidentado-sin lugar a dudas-que se desarrolla en Venezuela, es la consecuencia de la tenacidad con que ha venido actuando la ciudadanía que no se resigna a quedar por fuera de la ruta electoral. Nunca se nos ha ocultado a los venezolanos la aviesa intención del régimen madurista de evitar, a toda costa, medirse en unas elecciones libres. Por eso simulaban dialogar, e incluso, llegaban a firmar acuerdos a sabiendas de que harían todo lo imposible por incumplirlos, tal como han hecho, otra vez, con los puntos acordados el pasado 17 de octubre en Barbados. Sin embargo, ante semejante desplante, la ciudadanía y sus dirigentes han persistido en continuar por la senda electoral.
La agenda de saboteo estructurada por el régimen y sus instrumentistas ha sido prolija. Tantearon impedir que se organizaran las elecciones primarias que promovió la oposición venezolana. Inventaron todo tipo de argucias para ver cómo sacaban de la agenda opositora ese evento que perseguía movilizar a miles de ciudadanos en el marco de una estrategia definida, que no dejaría lugar a dudas, respecto al talante democrático de los factores que adversan a Nicolás Maduro. Esas maniobras no lograron su siniestro objetivo. Las primarias siguieron vivas. Entonces la táctica del régimen buscó debilitarlas, presionó a los directivos de la Comisión Nacional de Primarias, tratando de “persuadirlos” a que renunciaran o dejaran sin efecto los planes para que se consumara esa consulta popular. No faltó en esa operación tortuosa el penoso rol asignado a........