Lograr “la unidad perfecta”, fue el objetivo que nos propusimos en Venezuela, después de haber padecido las consecuencias de los desencuentros que le facilitaban las maniobras a la dictadura de Nicolas Maduro. Entre Hugo Chávez y Maduro, suman más de 25 años desarrollando una escalada autoritaria que les ha permitido hacerse con todas las instituciones públicas, a la par que desmontar el andamiaje social y económico que había cobrado mucha significación en el curso de las 4 décadas de estabilidad democrática vividas en Venezuela.
Una debilitada partidocracia, cuyas toldas políticas quedaban reducidas a “cascarones vacíos”, según descripción atribuida al expresidente Carlos Andrés Pérez, fue pasto fácil de la vorágine que desencadenó el naciente chavismo, ante la ceguera de las élites de un país que a la postre quedaría “rendido a los pies” de un carismático militar, cuyo único mérito era el certificado de haber fracasado en sus dos intentos golpistas verificados en Venezuela, entre los días 4 de febrero y 27 de noviembre del año 1992.
En la memoria de los venezolanos y de observadores de la comunidad internacional que seguían todo lo que acontecía en Venezuela, como si estuvieran embelesados con una serie continuada de Netflix, están los episodios de las campañas electorales de 1998, con unos partidos desperdigados y disminuidos en medio de una manipulación de lo que se podría llamar antipolítica desvirtuada; el salto atrás que simbolizó la puesta en escena de la nominación presidencial del comandante Francisco Arias Cárdenas, un exponente de los insurgentes oficiales del fallido golpe del 4F, como........