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A la deriva en Navidad | Columna de Orlando Araújo
El niño deslizó su bote en la corriente del río. Las aguas de la madrugada se movían con inobjetable parsimonia, pese a que el niño desconocía ambas palabras.
Era la primera vez que debía adentrarse en las aguas sin su padre, recién sepultado en la víspera de la Navidad. Mientras se dejaba arrastrar por la corriente, le llegaba el rumor de la música, los porros de Pedro Laza, la gente en el velorio, el cuchicheo de las viejas, el olor penetrante del tabaco, del café. Tampoco podía deshacerse del olor a flores rojas, que es el mismo perfume de la tristeza, según dicen las comadres en el caserío.
Cuando el bote estuvo a una considerable distancia de la........
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