¡Ningunos Mamaburras! aquí hay Perrenque
Eran los años 80. Medellín atravesaba una de sus décadas más oscuras: narcotráfico, violencia, gobiernos locales al servicio de la ilegalidad. La ciudad estaba paralizada, sin rumbo, y los paisas, desmotivados.
Hasta que apareció un brillante publicista llamado Michel Arnau con una campaña sencilla, pero poderosa: Yo quiero a Medellín.
El mensaje caló. Poco a poco, los ciudadanos comenzaron a recuperar la esperanza. Transformaron su angustia en empuje, su desesperanza en resiliencia, y su rabia en perseverancia. Se volvieron líderes en innovación, transformación urbana y modelos de civismo. Reafirmaron, con hechos, ese estereotipo que, bien entendido, los honra:........
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