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Mi abuela, Cleotilde | Columna de Alberto Linero
El barrio Olivo se llenaba de voces, cantos, algarabía y emoción. Todos esperábamos que fueran las 6:30 de la tarde para reunirnos a jugar. la ronda, la lleva, el pote, la libertá, el yermis, el materile-rile-rón, nos permitía encontrarnos, retozar y disfrutar hasta que, a las 8:30, los papás se levantaban de las mecedoras donde reposaban en las terrazas y nos avisaban que la hora de diversión había terminado. No había tiempo para quejas; obedientes, pasábamos por donde estaban ellos para recibir la bendición y nos íbamos a dormir, no sin antes hacer la oración al ángel de la guarda.
Así recuerdo mi infancia, un tiempo en el que la........
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