¿Qué México deseamos cosechar a partir del 1 de octubre de este año, cuando dé inicio el período de gobierno de la nueva administración?
Se ha escrito ya sobre la disyuntiva que habremos de enfrentar el 2 de junio, entre la de elegir una dictadura o decantarnos por una democracia. Quizá podríamos agregar un tema más alrededor del cual gira la cuestión anterior, al que nos referiremos en esta opinión: el de las ambiciones personales. Viene a la mente después del tropezón que tuvo la candidata Sheinbaum la semana pasada, al referirse en Los Cabos a la forma en que el presidente López Obrador había llegado a la presidencia por “ambiciones personales”. Un evidente error que después intentó corregir.
El tema de las ambiciones personales…o personalísimas, constituye un elemento relevante en esta elección, y lo debemos asociar con la forma en que las coaliciones entre partidos fueron formadas: tenemos partidos institucionales de un lado, y cacicazgos partidistas por el otro. Esa naturaleza propia de las alianzas de partidos constituirá un punto clave del que dependerá la posibilidad de que la próxima presidenta de México pueda construir acuerdos para gobernar.
Con independencia de cuál sea la candidata que gane la elección, puede anticiparse con relativa facilidad que los partidos que la hubieran acompañado enfrentarán una inevitable división: si gana Xóchitl Gálvez, una candidata cada día más ciudadana y menos partidista, el PRI, el PAN y el PRD deberán reasumir el papel que les corresponde en el espectro político nacional; si gana Claudia Sheinbaum, una candidata........