Llegó a pensar que existía un vínculo significativo entre él y su héroe de la infancia. Primero se enteró de que el propietario de la barbería que frecuentaba fue el peluquero personal de Thomas A. Edison. El señor Rocco tenía una foto de Edison colgada en la pared. Dos veces al mes, desde el sillón de la barbería, Paul Auster miraba la foto y leía la dedicatoria escrita a mano: “A mi amigo Rocco: El genio consiste en un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración”.
La idea del vínculo especial se vería reforzada por una historia que le contó su padre. Después de terminar la secundaria, Samuel Auster trabajó como asistente de Edison en su laboratorio de Menlo Park. A su hijo le hubiera gustado tener un megáfono para anunciarle a todo el mundo: ¡Mi papá trabajó para Edison! ¿Les he dicho que mi papá trabajó para Edison? Codo con codo, bajo el mismo techo, respirando el mismo oxígeno.
Paul Auster leyó dos biografías de Edison........