El otro día, cuando alguien se refirió a mí como “melómana”, levanté la ceja izquierda y viré la boca pa’ la derecha. Según el diccionario de la Real Academia Española, un melómano es un amante de la música. Sin embargo, esa idea tan extendida de que un melómano es, además, un experto en el tema, me hace observar con recelo, no la palabra, sino lo que se ha creado alrededor de ella.
Nunca he estudiado música. Una vez lo intenté con el piano. Mi profesora fue una voluntaria estadounidense que apenas chapurreaba el español. Puso todo su empeño en instruirme. Hasta que pude convencerla de que era una candidata a la santidad que perdería su derecho a la canonización por culpa mía.
Cuando escribo sobre los músicos que me gustan lo hago bajo el efecto narcótico que me provoca escucharlos. No siento la obligación moral de dar fe de su humanidad mostrando sus oscuridades. Ya hay gente de gran talento que se ocupa de eso. Como dijo Fran Lebowitz, ningún artista es tan querido como los músicos. Y la gente, su público, los quiere casi incondicionalmente. Porque nos dan eso que tanto........