El asesino de la serie
En 1983, la basura era el principal problema de Medellín. Una montaña de desperdicios, donde sobrevivían al menos tres mil personas todos los días, esperando los camiones recolectores, esculcando en compañía de los gallinazos, era la única caneca de toda la ciudad. Allí había un barrio de tugurios que era también la mayor vergüenza de ese Medellín que apenas acababa de inaugurar una terminal de transporte. A Moravia, como se llamaba el morro y el barrio, llegó tarde el Estado. Un cura revolucionario, Vicente Mejía, había estado a finales de los setenta predicando religión y política. Fidel Castro se llamó por entonces al barrio basuriego. La policía aparecía solo para los desalojos y el tren, que todavía rodaba, pasaba por la orilla del barrio dejando caer monedas y otros ripios.
Era el escenario perfecto para el nacimiento de un mito local. Fidel Castro estaba muy lejos y el padre Mejía ya estaba exilado. Entró el diablo y escogió.........
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