Si algo le enseñó Trump al mundo es que Twitter puede ser un jueguito adictivo. Les da la sensación a los gobernantes de que están en comunicación constante con su pueblo y logran cosas magníficas solo con anunciarlas. Más aún, los algoritmos de las plataformas les dibujan una opinión pública ficticia, dividida entre adeptos fanáticos y enemigos radicales, aun cuando la mayoría no estamos allí. A estas alturas ya sabemos que las redes sociales viven de la política ácida y premian a los extremistas.
Además, los jefes de Estado se entretienen posteando mientras aguantan ceremonias tediosas y, de paso, con poco esfuerzo se sienten bien informados con los trinos de los demás.
En los cinco meses en la Presidencia, la cuenta del presidente Petro —sea administrada por él o por sus asesores— no se ha detenido. ¡Tiene ya 6’356.500 seguidores! (Contrastan con las escasas 2.680 cuentas que el mandatario escucha).
Sin embargo, el trino como forma de comunicación política tiene problemas, porque existe en el reino de las apariencias. “Las acciones comunales y los comités de mujeres barriales quedan convocadas para ser el eje fundamental de este esfuerzo”, trinó el presidente colombiano hace unos días, refiriéndose a dos tareas prioritarias para el cierre de año: la lucha contra el hambre y la reubicación de comunidades inundadas.
¿Qué es eso de convocar a las mujeres a ser “eje fundamental” del esfuerzo de pelear contra el hambre y las inundaciones? ¿Las mujeres necesitan que el mandatario las “convoque” para buscarse la comida y salvar sus colchones? ¿Y los hombres? ¿Acaso “convocarlas” quiere decir que hay una organización impecable en cada barrio y municipio inundado para respaldarlas? Palabras al viento. No informó qué está haciendo para resolver el dramático problema ni le dijo a la gente qué hacer, pero el presidente siente así que fue solidario con su pueblo.
Además, según se quejan funcionarios de este Gobierno, los tuits presidenciales les viven moviendo el piso y resquebrajan negociaciones sensibles o logros aún frágiles.
Un trino presidencial borró con el codo la confianza que la mano del Gobierno viene tejiendo esmeradamente con el medio país que no lo votó: “Pedro Castillo, por ser profesor de la Sierra y presidente de elección popular, fue arrinconado desde el primer día. No logró la movilización del pueblo que lo eligió, se dejó llevar al suicidio político y democrático”, refiriéndose al presidente peruano encarcelado por haber intentado cerrar el Congreso. La opinión de Petro es válida y discutible como lo son todas las opiniones. Su equivocación está en pretender erigirse líder latinoamericano disparando trinos sin profundidad como balas de salva que se vuelven en su contra, alimentando el falso discurso de que Petro no es demócrata.
Mejor haría Petro en pronunciarse de fondo sobre lo que puede hacer para ayudar a Perú a buscar una salida democrática. Se requieren cargas de mayor calado que meros tuits para liderar un continente.
Elon Musk, nuevo dueño de Twitter, ha destrozado la autorregulación ética por la cual la red sacaba millones de cuentas falsas cada día, reportaba operaciones coordinadas de desinformación de países y empresas, y colaboraba con investigadores para garantizar el juego limpio en ese foro universal.
Lo bueno de que Twitter desapareciera (o se volviera un pozo séptico de desinformación y toda figura respetable se viera forzada a abandonarlo) es que, junto con esta red favorita de políticos y periodistas, se esfumaría la ilusión que hoy embarga a gobernantes como Petro de que echarse unos trinos al aire cada día reemplaza la necesaria comunicación coherente y pensada que debe haber entre Gobierno y ciudadanos.
Los trinos al aire de Petro
Si algo le enseñó Trump al mundo es que Twitter puede ser un jueguito adictivo. Les da la sensación a los gobernantes de que están en comunicación constante con su pueblo y logran cosas magníficas solo con anunciarlas. Más aún, los algoritmos de las plataformas les dibujan una opinión pública ficticia, dividida entre adeptos fanáticos y enemigos radicales, aun cuando la mayoría no estamos allí. A estas alturas ya sabemos que las redes sociales viven de la política ácida y premian a los extremistas.
Además, los jefes de Estado se entretienen posteando mientras aguantan ceremonias tediosas y, de paso, con poco esfuerzo se sienten bien informados con los trinos de los demás.
En los cinco meses en la Presidencia, la cuenta del presidente Petro —sea administrada por él o por sus asesores— no se ha detenido. ¡Tiene ya 6’356.500 seguidores! (Contrastan con las escasas 2.680 cuentas que el mandatario escucha).
Sin........
© El Espectador
visit website