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El escándalo de Jeffrey Epstein, el magnate y delincuente sexual conocido por sus vínculos con personajes influyentes de la política y la sociedad, incluyendo a Donald Trump, muestra los riesgos de la manía estadounidense de dejar por escrito hasta los mayores secretos.

No es el primer caso en el que las comunicaciones supuestamente confidenciales ponen al descubierto los detalles de actividades delictivas que involucran a políticos o altos funcionarios de gobierno. En los años 70 del siglo pasado, ocurrió el escándalo de Watergate, cuyos intríngulis fueron revelados por una cantidad de comunicaciones que se suponían secretas entre los protagonistas del escándalo.

En ese tiempo las instrucciones y los deseos del presidente Richard Nixon eran transmitidos por medio de memorandos, siguiendo una costumbre practicada en las instituciones oficiales y en el mundo empresarial. Cuando estalló el escándalo, fueron los........

© El Espectador