Una flor para Eduardo

Murió Eduardo Escobar. Alguna vez compartimos tarima en la Filbo. Lo saludé, solo le dije «Maestro, cómo está», porque el hombre me intimidaba; él me dijo «Quihubo, Londoño» y no fue más, así terminó esa cumbre del pensamiento occidental.

Con él muere el único espécimen simpático de la extrema derecha, el chigüiro de ese inframundo, pero nos quedan sus ensayos esféricos, hechizados, quizá mejores que la suma imposible de Tejada, Caballero, Arciniegas y Ospina.

En su Prosa incompleta descubrí que la palabra tropiezo tiene un «pie» escondido; que los primeros libros fueron escritos en caracteres oscuros sobre unos panes de barro secados al sol de Babilonia, y que tal vez por eso llamamos «ladrillos» a los libros pesados o ilegibles.

Tenía todos los defectos, excepto la reverencia: «Borges es palimpsesto. Escritura sobre la escritura es Borges. Es imposible no admirar su pericia para frasear con discreción y parafrasear........

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