El comprador de libros es una criatura anhelante y su avaricia cae ante su prodigalidad. Él siempre encuentra alguna razón para comprar otro libro. Si el conocimiento y la poesía son infinitos, ¿por qué ha de ser finita su biblioteca?
El cerebro, los ojos y los dedos del comprador operan así: el sujeto recorre una librería; ve, digamos, el Crátilo, el estudio de Platón sobre el lenguaje en la impecable y esbelta edición de Gredos. Las yemas de sus dedos se humedecen y le recuerdan unos versos. “Si (como el griego afirma en el Cratilo)/ el nombre es arquetipo de la cosa/ en las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo”.
Cuando se dirige a la caja lo asalta la voz de la avaricia: ¡Tú tienes las obras completas de Platón y nunca las lees!
Calla, ignorante –le responde la prodigalidad–, Platón solo es legible en su forma leve y alada, Gredos. Además, ¡quién ha leído........