La última carta

La semana anterior había terminado de pintar la casa de mamá. Cambié los viejos tonos pastel por notas fuertes, rojas, amarillas, verdes. Fue una operación rara, Édgar, como si presintiera la urgencia de oponerle a la muerte la vivacidad del color.

Ya tenía programada la fiesta de remodelación con una reunión familiar en ese patio que está en el fondo de la casa, en el centro de nuestra infancia. Nos seguiremos reuniendo allí, pero ya no será lo mismo, habrá siempre un hueco frío en el patio y en el corazón.

Qué solos se quedan los muertos, decía Juan Rulfo. Qué solos nos quedamos nosotros ahora sin vos, hermano, digo yo.

Cientos de personas vinieron a despedirte al Consejo Municipal. La mayoría venían a decirle adiós al maestro, agradecer tus clases precisas, tus tableros impecables, como páginas de libros, pero solo algunos saben que tus clases de Química eran en realidad una alquimia secreta, un pretexto para........

© El Espectador