En Europa, a muchos se les llena la boca con el estado del bienestar a pesar de que la cruda realidad nos golpea con una contundencia que comienza a despertarnos de ese sueño en el que somos el oasis del mundo. Lo cierto es que el modelo económico europeo nos hace perder competitividad, a pasos agigantados, frente a los principales actores de la geopolítica mundial como es EE.UU. y China, tal y como hemos podido comprobar, tras leer el famoso informe de Mario Draghi, mostrando una serie de problemas estructurales, que muchos llevamos tiempo denunciando, y que venimos arrastrando a pesar de que una gran mayoría de los políticos aún se niegan a reconocer.
A todos nos ilusiona la idea de un estado del bienestar de calidad, robusto y que permita ofrecer una fuerte red de seguridad a los europeos, al igual que a todos nos gustaría tener una mansión. El único problema es que, tristemente, no podemos permitirnos ese bienestar, pero en vez de hacer números para ajustar las cuentas públicas y repensar nuestras prioridades, nos desangramos industrialmente.
Uno de los pilares de la desindustrialización es la lucha contra el cambio climático que está llevando a adoptar un enfoque casi fanático imponiéndonos metas y restricciones que no parecen tener en cuenta ni la realidad económica ni la calidad de vida ni........