Tolerancia o displicencia deliberada. cuento territorial

Por: Luis Miguel Cárdenas

El pensamiento de Dostoievski alertaba sobre un riesgo profundo: “Llegará el día en que la tolerancia será tan intensa que se prohibirá pensar a los inteligentes para complacer a los imbéciles”. Hoy, ese día, desafortunadamente ha llegado. No es una premonición lejana, sino una realidad que atraviesa no solo la política, sino también nuestra sociedad, economía y medio ambiente.

Vivimos en un mundo donde las voces más fuertes, los que más vociferan y calumnian, incluso en el recinto legislativo, desdibujando la dignidad que ostentan como grotescos actores del despropósito callejero, no siempre son los más sabios, y donde el criterio se ve reemplazado con frecuencia por la imposición del ruido y la ignorancia disfrazada de opinión. No todas las opiniones son igualmente respetables: lo que merece respeto es el fundamento, la reflexión y la responsabilidad con que se expresa cada idea.

Ante esta realidad, como ciudadanos y electores, tenemos la urgente tarea de rescatar el valor del pensamiento crítico, la escucha activa y el diálogo desde la conciencia y el respeto verdadero. Porque solo así podemos construir una sociedad que honra su inteligencia y no se resigna a la estupidez.

En Colombia, muchos confunden el Ordenamiento Territorial con el Plan de Ordenamiento Territorial y, con esa idea torcida, han desatado un caos que va desde los municipios hasta los rincones más humildes, mientras mafiosos; gritonas y gritones, no tan idiotas, algunos sí criminales, se aprovechan del desconocimiento para imponer sus intereses corruptos, utilizando la retórica del perro que le ladra a la luna o más decente, técnicamente, decretando territorio.

Los verdaderos engañados son quienes, sin cuestionar, entregan su dignidad y su tierra a estos calumniadores que sin ningún asomo de vergüenza lograron el propósito señalando a los inteligentes que piensan y actúan con criterio de locos, insurrectos, marihuaneros o filósofos de mierda. Hoy, esa masa sumisa, esa “bestia” que acepta sin pelear con asombrosa resignación las decisiones de unos pocos, está condenando no solo su presente sino también el futuro de sus hijos, siendo cómplices deliberados de su propia derrota y su desgracia.

Los países del primer mundo........

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