Miscelánea |
Por James Cifuentes Maldonado
La semana pasada les conté un cuento, una fantasía producto de imaginarme un país del “nunca jamás” donde la democracia funcionara de manera perfecta, donde la gente ejerciera el voto por vocación, de manera espontánea, por mero culto al compromiso ciudadano y el ejercicio sagrado de elegir y ser elegido. Obviamente, al final concluí que ese país es una utopía, porque la democracia no se mueve sola, su discurrir se debe a las campañas cuyos engranajes en la mayoría de los casos se estimulan con el aceite de las promesas y de la burocracia. Sin campaña, no hay promesas y sin promesas no hay votantes, sin votantes no hay elecciones y sin elecciones no hay instituciones ni gobiernos.
Atenido a la realidad, quiero referirme a la polémica, un tanto hipócrita, que se da a previo a........