Miscelánea |
James Cifuentes Maldonado
Les voy a contar un cuento. Érase un vez, un país que se decía democrático y en verdad lo era. Un país donde las personas entendían el rol del Estado y el papel de cada individuo dentro de él, como sujetos de derechos pero también de obligaciones, un país donde cada ciudadano tenía claro el compromiso de dar en la medida de sus posibilidades y la ética para recibir los beneficios de vivir en sociedad de manera racional y justa; primaba la premisa de que el que más tenía más aportaba; un país donde a la gente le agradaba pagar los impuestos y no los evadían bajo el pretexto de que se los iban a robar, porque los recursos públicos eran sagrados; la pirinola de la hacienda pública giraba y siempre caía en “todos ponen” y todos ponían con gusto. En ese país no había reformas tributarias cada........