SIMBOLOGÍA ERRÁTICA

Jaime Cortés Díaz

Identificar una ciudad a través de sus símbolos es, desde la semiótica, un acto fundamental. Estos signos, escudos, colores, tipografías, íconos, himnos, monumentos o marcas gráficas, condensan de manera visible la memoria colectiva, los valores y las aspiraciones compartidas por sus habitantes. Funcionan como un lenguaje común que permite reconocer la identidad urbana, diferenciarla de otros territorios y fortalecer el sentido de pertenencia. Al circular en el espacio público, los símbolos articulan narrativas sobre la historia, el carácter y el proyecto comunitario, convirtiéndose en herramientas de cohesión social, proyección cultural y representación colectiva.

Cualquier concepto que se pretenda reflejar o transmitir debe guardar una correlación lógica con aquello que representa, de modo que exprese valorativamente la forma en que los ciudadanos lo interpretan, así como los demás receptores o destinatarios. Debe poseer un sentido inequívoco y una connotación reconocible en el tejido poblacional. Las cosas, así expresadas, producen, como en el caso de Pereira evocada en la poesía de Luis Carlos González, “el orgullo de mi casta”. Pero más allá de estas observaciones, un error puede desvirtuar el propósito simbólico, como ocurrió recientemente según dos episodios ilustrativos.

El primero apareció el pasado 30 de noviembre en la edición dominical de El Tiempo: una página completa, sin numerar, titulada “Pereira se ubica entre las ciudades más competitivas de Colombia”, acompañada del encabezado “Alcaldía de Pereira le cuenta”. Allí se afirmaba que “la ciudad consolida su liderazgo económico con avances en turismo, inversión e infraestructura”, y que reafirma dicho liderazgo gracias al crecimiento económico, la fortaleza empresarial y la ejecución de grandes proyectos. También se destacaba que, según el Índice de Competitividad 2025, Pereira ocupó el........

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