El hombre sin identidad |
Iván Tabares Marín
La Navidad trae a mi memoria una serie de personajes fantásticos, mitológicos y reales que, aunque marginales en nuestras tradiciones judeocristianas, tienen mucho para enseñarnos acerca de lo que somos. Uno de ellos es Heinrich Heine (1797 – 1856), llamado por algunos historiadores “el hombre sin identidad”.
Nació en Düsseldorf, Prusia o la Alemania de hoy, de familia judía, estudió en un liceo católico y pasó su infancia en tierras francesas; se hizo protestante, aunque rechazaba tanto el judaísmo como la Reforma, pero al final de su vida volvió a la religión de Moisés; revolucionario y conservador al mismo tiempo, judío y crítico de su raza, cristiano sin convicción, alemán y extranjero a la vez.
En su tiempo fue reconocido por los mismos germanos como el poeta más grande después de Goethe y superior a otro de sus contemporáneos, Lord Byron. Gran escritor, dependía económicamente de otros, chistoso e iconoclasta; con aparente odio a sí mismo, como era frecuente entre los judíos que renegaban de su fe para ser bautizados, nos cuenta Paul Johnson.
Heine se hizo amigo de Karl Marx en París después de 1843, quien en 1846 escribiría su texto antisemita La cuestión judía. “El dinero es el dios celoso de Israel, ante el cual ningún otro dios debe subsistir”, escribió Marx y agregó que para emancipar a los judíos y a todos los creyentes hay que acabar con todas las religiones y con el capitalismo que ellas fundan.
De Heine aprendió Marx........