HÉCTOR TABARES VÁSQUEZ

Los estados de la mente, las preocupaciones, aquellos momentos difíciles a los cuales nos vemos abocados, al igual cuando acosan los recuerdos y el universo parece cerrarse no encontrando las salidas adecuadas, son múltiples los caminos recorridos en la búsqueda de una solución correcta, la intensa lucha en pos de un derrotero consecuente, sensato, acorde a la dimensión del incordio y de la situación anímica minando la existencia. Se echa mano de cuanto tenga la posibilidad de aliviar, redimir la pérdida, de erradicarla, someterla, de escapar de este hueco inescrutable de un alma con la lesión abierta, yendo del sosiego, a la meditación, de la desesperación silenciosa a la exteriorización de sensaciones traducidas en diarios, en escritos o en el último de los extremos, en el llanto. También surgen otros elementos cruzando ese”…. mar de amarguras sin orillas,…”, al decir de LAVATER, acudiendo a la lectura, en particular, a literatura relativa al evento, a las biografías, las novelas, a las historias de personajes cuya vivencia pudo ser de similar contextura o de quienes pisaron un sendero de tribulación análoga o de unos ribetes semejantes. Todo indicaba validez en esa pelea ardua y desigual ante la tristeza, pero mayormente en razón a la clase de herida hendida, producto de una especie de tsunami traspasando la vida, dejando rastros de sinigual desencanto y sumiéndose en la renuncia a........

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