El reino libertario de los libros malditos (i) |
Gonzalo Hugo Vallejo Arcila
Con el sofisma de proteger a los niños de libros considerados como “inapropiados”, dos novelas de Gabriel García Márquez (“Cien años de soledad” y el “Amor en los tiempos del cólera”), son parte de los 4.000 libros prohibidos en 23 Estados de EE. UU. Tennesee, Texas y Florida, han incluido en esa “lista negra”, obras de José Saramago (“Ensayo sobre la ceguera”), William Golding (“El señor de las moscas”), Hermann Hesse (“Siddhartha”), Boris Pasternak (“Doctor Zhivago”), Ernest Hemingway (“¿Por quién doblan las campanas?”) y Rudyard Kipling (“El libro de la selva”). La ley exige que las escuelas mantengan bases de datos públicas con los libros de sus bibliotecas, situación que restringe la libertad de aprendizaje, vulnera el pensamiento crítico y creativo, empobrece el debate escolar y enajena la comprensión de la realidad histórica, sociocultural y diversa.
Muchos gobernantes han viabilizado por miles de años la prohibición y destrucción de la palabra escrita. Este mecanismo oprobioso se ha justificado mendazmente como salvaguarda de tradiciones, principios y valores morales. En la antigüedad, los bibliocastas abundaban tanto como en épocas más recientes. El faraón Akhenatón (1350 A. de C), para gobernar Egipto y consolidar el culto a Atón que él personificaba, hizo desaparecer numerosos textos relacionados con el culto a los antiguos dioses. La primera prohibición de libros a gran escala, fue ordenada por el emperador chino Chi Huang Ti en el año 213 A. C. Buscaba así, borrar el rastro que habían dejado las doctrinas confucianas. En Grecia, el primer testimonio de la destrucción de un texto por la censura política se remonta al siglo VI A.C. cuando el sofista Protágoras de Abdera fue acusado de impiedad y blasfemia.
En su ensayo “Sobre los........