Ciudad de México.- "Mi mamá ya no tiene alma". Esa insólita declaración hizo el niñito en la cena familiar. Su papá le preguntó, extrañado: "¿Por qué dices eso?". Explicó el pequeño: "Cuando llegaste anoche de tu viaje un hombre saltó por la ventana de la recámara, y mi mamá dijo: 'Adiós, mi alma'". Una mujer acudió a la consulta de la doctora Divanana, siquiatra de prestigio, y le dijo: "Mi marido ya no me excita". "Tráigalo" -le pidió la célebre analista. Al día siguiente llegó la señora con su esposo. "Desnúdese" -le ordenó la doctora al individuo. El hombre, aturrullado, obedeció. La siquiatra lo miró atentamente, le dio una vuelta para verlo por atrás y luego le informó a la señora: "No tiene usted nada. A mí tampoco me excita". Mariana, mi nieta adorada, hermosa en lo interno y en lo externo, es nutrióloga de profesión. Me reprocha que coma carne roja casi todos los días, lo cual hago con particular deleite desde que era niño. Tendría yo 3 años de edad, o a lo más 4, cuando en su casa mis tías me invitaron: "Quédate a comer, Armandito". Les pregunté: "¿Hay caine?". Soy carnívoro, lo confieso sin rubores aunque sé que Mariana tiene razón en prevenirme acerca de los riesgos de tal hábito. Pero muy bien decía mi abuelo, papá Chema, al negarse a seguir las........