La vida es misteriosa. Hasta sus pequeños misterios son grandes. Llevo más de dos días buscándolo. A lo mejor sólo me pasa a mí… Anteayer, un rotulador rojo –rojo por fuera y rojo por dentro– que utilicé para hacer una pequeña marca en un tubo de terrain –esos de fontanería– y saber hasta dónde tenía que meterlo y que la unión con el empalme fuera segura. Oye, que tardé un instante y ya solo aparecía la tapa. Y que es rojo. ¡Rojo carmesí! Y nada que ver con una aguja en un pajar ni nada por el estilo. Primero, porque allí sólo estaba yo. Y segundo, que no había sino un escritorio minimalista de estos que solo tienen el esqueleto y el tablero con un ordenador y un cuaderno blanco que dejó mi hijo «olvidado», cuando se fue hace casi tres meses, a estudiar fuera. Bueno, y una silla de escritorio con ruedas que moví y removí varias........